Autopercepciones (II). La Virgen María y Jesucristo

Neoligión de estado

Existe una peligrosa creencia supersticiosa en la nueva religión de estado, del siglo XXI, sustentada por "estudios" que afirman que un hombre en realidad puede ser una mujer, si así lo siente, o un perro, o una chiquita de 5 años. Así, aparece el nuevo verbo Sertir, que viene a confundir el Ser con el Sentir

Esta fábula avalada por la izquierda regresista (1), tanto política como mediática, se abalanza, como la nueva inquisición, exigiendo un fervor puritano a todos sus adeptos.

Bajo la coartada de combatir la discriminación, se adopta la postura soberbia de elevar sus creencias absurdas por encima de toda evidencia observable. Así, se permite que

  1. Un violador que afirma sentirse mujer sea trasladado a una cárcel de mujeres donde seguirá violando a todas las mujeres que pueda.
  2. Un veterano de guerra pueda convertirse en una luchadora de artes marciales y subirse a un ring a golpear mujeres hasta que las manda al hospital directamente con fractura craneal.
  3. Un deportista masculino mediocre pueda triunfar en la categoría femenina de su disciplina y así romper todos los récords posibles.
  4. Un hombre se jubile a la edad de una mujer si así lo siente.
  5. Una causa por lo que la izquierda regresista denomina "violencia de género", quede sin efecto, porque el hombre acusado dice sentirse mujer.

Superstición

La disonancia cognitiva aparece cuando la ley no reconoce la realidad, sino que antepone evitar ofender a un minúsculo grupo de personas a cuestionar las creencias supersticiosas de ese grupo. 

Y está bien dicho lo de supersticioso, cuando la creencia de ser mujer, siendo físicamente un hombre, es contraria a la razón y no se basa en ninguna prueba o evidencia científica, racional u objetiva. La creencia de que un hombre se constituya como mujer, cerda o Napoleón, por el mero hecho de desearlo, asigna al hombre el papel de dios en el Génesis. Así, por el mero hecho de pronunciar "Hágase mujer", la mujer se hizo por arte de una magia irracional que nadie entiende pero que todos tienen que aceptar. Una magia que sólo puede ser posible si se le atribuye al hombre una capacidad sobrenatural que obliga a creer, a todos los demás, lo que él haya declarado como dios.

Es decir, fideismo en estado puro que antepone su derecho a percibirse como lo que no se es, por encima del derecho del resto de la humanidad a percibirle como lo que realmente es. Una situación desquiciante que sólo se sostiene por lo irracional y acientífico del delirio de quien lo padece.

Disidentes y Oficio Puritano

El estado se convierte así en el nuevo Oficio Puritano que, a diferencia del Santo Oficio medieval, condena al disidente al ostracismo social, como se hacía antaño con los leprosos, en tiempos bíblicos. Actualmente, el hereje debe realizar un paso previo por las hogueras mediáticas de los magazines matutinos televisivos y el escarnio en la plaza pública de los telediarios. Véase el caso Rubiales en España.

La nueva religión de estado, tiene su propia cosmovisión en la que se ha decidido romper con el principio de igualdad de trato ante la ley y las instituciones, priorizando a determinados grupos, cuyo cariño y preferencia se justifica por una opresión histórica muy amplificada o ficticia. Una injusticia que han sufrido a manos de grupos "opresores" que ahora deben de ser escarnecidos y vilipendiados.
No importa que sea una creencia absurda y fácilmente desmontable. Lo importante es respetarla, ampararla y bendecirla en las leyes de nuevo cuño que se desarrollan para ello.

Porque los que están en el poder han visto, en esos grupúsculos minoritarios, la cabeza de turco y el ariete con el que golpearán a la inmensa mayoría silente para imponer su dominio. Dominio que cuenta con la connivencia tácita de esos mismos grupúsculos ofendidos, que ven en esta simbiosis, la posibilidad de medrar a costa de la mayoría. Mayoría que ahora se convierte en oprimida. Es la cultura Woke. Es la venganza que intenta resarcirse de unas injusticias que los actuales no han padecido, pero que se apropian como autoproclamados herederos, para justificar una justicia jamás saciada. Porque en el mundo woke, aunque existe el derecho al arrepentimiento no existe, ni existirá nunca, el derecho al perdón.

Se nota enseguida quien está detrás de estas patrañas porque inmediatamente aparecen argumentos que acusan al capitalismo de haber inventado los sexos biológicos y a los médicos de equivocarse al asignarnos un género al nacer. Detrás están siempre los mismos: la izquierda autodenominada progresista que persigue ideológicamente a todo aquel que practique una fe que no sea la de ellos y especialmente al hombre blanco católico practicante cisexual.

Siguiendo el silogismo del credo imperante, un hombre se autopercibe como una mujer, bajo el dogma de que uno es lo que siente o lo que se autopercibe. Por lo tanto, quien recurra al conocimiento científico o a cualquier coartada racional y objetivable para negar la identidad de autopercibida de ese mismo individuo, se convierte automáticamente en su discriminador, cuyo discurso sólo busca generar odio contra el autopercibido.

Pero el juego sucio no acaba aquí. Porque si esas fueran las únicas cartas de este macabro juego, entonces, frente a su derecho a autopercibirse como mujer, hombre negro, o chino, o Napoleón Bonaparte, estaría mi derecho inalienable, tan legítimo como el suyo, de percibirle como a mi me parezca bien: como el hombre biológico que continúa siendo, como un indio cheroqui o un nabo. Pero como el primero pertenece a la nueva casta de intocables oprimidos históricos, entonces mi derecho queda en entredicho; en un segundo plano desde el punto de vista de mis garantías jurídicas y constitucionales; saltándonos la igualdad ante la ley de facto y generando un sistema de castas sociales privilegiadas por la puerta de atrás de los hechos consumados.

Siguiendo con esa falacia, podríamos decir que junto con la categoría de mujeres, homosexuales, trans, extranjeros... también aparece otra categoría social: la de los judíos. Los judíos son un grupo minoritario, perseguido históricamente (tanto en España en el siglo XVI como especialmente en Alemania en el siglo XX) y que merece ser incluido en el grupo de oprimidos bajo la acusación de convertirse en nazi y antisemita a aquel que ose decir lo contrario.

Jesucristo y la Virgen María

El judío Jesucristo se autopercibía como el hijo de Dios (Mt 16, 16; Mt 3,17 y 17,5; Jn 17; 15; Lc 2, 49) y, por lo tanto, nosotros no somos quienes para negar la identidad autopercibida de alguien porque es discriminatorio e incurre en un discurso de odio. De acuerdo con las leyes y normas vigentes hoy en día, deberíamos aceptarlo y creerle. Poner en duda esta autopercepción y mucho menos negarla, sería ofensivo y discriminatorio, incurriendo en un discurso de odio punible por la ley.

Algo peor ocurre con la judía de su madre, la conocida como Virgen María. Ella, además, pertenece a varias castas sociales oprimidas que justifican, de acuerdo con la neoligión de estado, aún más sus reivindicaciones. Ella pertenece a la casta oprimida de las mujeres. Disponía de su propio heteropatriarca opresor que era su marido, José. Además pertenece al pueblo de Israel, que fue duramente oprimido en España por su expulsión como pueblo y por los nazis y la ultraderecha antisemita. Por otro lado, era viuda, por lo que la hacía más vulnerable al pertenecer a grupos de exclusión social.

Si existen las mujeres con pene y los hombres con vagina y debemos aceptar eso como un dogma de fe, entonces es muchísimo más fácil aceptar que una mujer, que se ha quedado embarazada y ha tenido un hijo, siga siendo virgen. El salto cognitivo que hay que hacer para aceptar la realidad percibida por María, ciertamente, es mucho menor que la necesaria para aceptar que un hombre sea una mujer, que un señor de 50 años es una niña de 6 o que se encierre a un pederasta en una cárcel de mujeres porque se siente una chica. Si se acepta esto último, claramente, se debe aceptar las autopercepciones de la Virgen María, en coherencia.

No aceptar esta realidad autopercibida es tan delito de odio como cuestionar la identidad sexual de alguien. Si María se percibe virgen es que es virgen. Si los católicos la perciben como virgen es que es virgen. Y los votantes de izquierdas, deben aceptar esto a pies juntillas, absteniéndose de realizar mofas, parodias, escarnios públicos y demás delitos de odio contra los cristianos.

(1) Que tiene actitudes o practica políticas que obligan a los demás a remitir o retroceder gradualmente a posiciones anteriores.

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