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Neoligión satánica

Existen unas élites económicas y políticas que están promulgando un cambio de la confesionalidad del estado hacia una neoligión satánica. Veamos por qué huele a azufre amarillo esta neoligión. El diablo es envidioso. Quiere el mismo reconocimiento que Dios, sin serlo. En su soberbia, no sólo es necesario ser reconocido como dios, sino además, hay que humillar a Dios. Por eso, esta religión amarillenta solo puede alcanzar el futuro deseable en la medida en la que se revuelve contra la preexistente, contra el Dios católico, renegando de su propio pasado en un ejercicio suicida que, en realidad, se presenta con la forma de una utopía alcanzable en un futuro no muy lejano pero al que nunca se llega. Como criatura, de creatividad e ingenio no pueden estar a la altura de Dios y por ello, humillado, no le queda otra que reconocer que el mejor plan para el hombre, ha sido el de Dios. Humillado, está condenado a repetirlo y, en su soberbia rencorosa, lo replica pervirtiéndolo hasta el paroxismo...