La unidad no es un valor, es un potenciador o un marcador
La unidad, en sí misma, no es un valor; es un potenciador de la virtud o un marcador que puede indicar la presencia de otras muchas virtudes. La unidad, según la RAE, es la propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede dividirse, sin que su esencia se destruya o altere. Por ello, atacar a la unidad de la Iglesia Católica es manifestar la intención de destruirla o al menos alterar su esencia, lo que la caracteriza y define. De ahí que las iglesias protestantes no formen parte de la Iglesia Católica.
En los tiempos actuales, en los que todo está infectado del virus trans, cuando se hable de unidad en la Iglesia, pregunta siempre de qué unidad estamos hablando.
Si se refiere a la unidad con
- La tradición de la Iglesia.
- Lo indicado en los evangelios.
- Lo indicado por los primeros padres.
- Lo indicado en los diferentes concilios en los que se ha ido perfilando los contenidos de la fe de la Iglesia Católica.
- La tradición católica. No confundir conservadurismo sino con la fidelidad a la tradición oral y escrita transmitida de generación en generación.
- Las encíclicas, documentos y en general con el magisterio de la Iglesia.
- Lo que no escandaliza al sensus fidei.
Entonces, es una unidad que potencia la gracia, defiende al pueblo del lobo, custodiado dentro de las murallas eclesiales y custodiada por los vigilantes que "Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas. Ni de día, ni de noche, dejarán de anunciar el nombre del Señor." Is 62:6
Ten cuidado con aquellos que sacan siempre el valor de la unidad en sus discursos, como arma final, para acallar a la disidencia legítima y obligatoria, dentro de la Iglesia. La unidad es una seña de identidad de la Iglesia Católica. Pero también la misma Iglesia Católica afirma el deber de denunciar el error: «los fieles tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia» (canon 212,3).
Denunciar fallos doctrinales en escritos del magisterio de la Iglesia no es criticar a aquellos que los han escrito. Denunciar los fallos, incoherencias o potenciales malentendidos es un deber del cristiano por amor a la Iglesia. Precisamente denunciar las incoherencias o errores es luchar por la unidad de la Iglesia, por mantenerla firme en la roca que la sustenta, es evitar que cambie su esencia, su sentido y misión. La fidelidad a la verdad es la garante de la unidad. Permitir errores altera la fidelidad y misión de la Iglesia y, por tanto, su unidad. Así comenzaron las sectas protestantes. La fidelidad a la tradición anteriormente punteada es garantía, precisamente, de esa unidad.
No responderlos, no aclarar el error y encima intentar cerrar la boca a los que denuncian el error, no es una actitud adecuada.
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