Quod scripsi, scripsi

Tal y como ya se advirtió en este blog anteriormente, la Fiducia de Trucho ha levantado la polvareda que se esperaba de ella. Una parte considerable de la Iglesia, lejos de aceptar la igualdad injusta, el Sensus Fidei ha comenzado a protestar ante la contradicción que se propone y que abre la ventana de Overton a todas las demás que se intuye vendrán después.

Previendo lo que se les venía encima, al más puro estilo latino de "Excusatio non petita, acusatio manifesa", ya se ponía el ungüento antes del trompazo en el artículo 41, porque sabían lo que estaban haciendo. Así, en el citado artículo, se indica claramente que lo que se ha dicho en la presente Declaración sobre las bendiciones de parejas del mismo sexo, es suficiente para orientar el discernimiento prudente y paterno de los ministros ordenados a este respecto. Por tanto, además de las indicaciones anteriores, no cabe esperar otras respuestas sobre cómo regular los detalles o los aspectos prácticos relativos a este tipo de bendiciones. Y, efectivamente, la catarata de declaraciones, tanto a favor, como en contra, no ha hecho más que comenzar, destapando un nuevo episodio de las profecías de Garabandal.

Y junto a ellas, las segundas y terceras aclaraciones sobre las primeras aclaraciones, tanto de Trucho, como del mismo Papa, que lejos de pedir perdón humildemente y cambiar los puntos conflictivos se empecinan ambos en huir hacia adelante, con mayor velocidad, dando explicaciones sobre las explicaciones y teniéndose que tragar su propio artículo 41. No serán las últimas que tengan que hacer ambos. Y a cada aclaración, más claro nos queda a todos de qué va el tema. Rezamos desde estas páginas por el santo Padre, pero sobre todo, por todos aquellos que le rodean, aconsejan y transmiten las necesidades de la Iglesia.

Si los documentos emanados desde Roma tienen como uno de sus objetivos mantener la unidad de la Iglesia, han conseguido justo lo contrario. Sólo viendo los que se han puesto de lado del documento, uno ya sabe en qué lado ponerse

Aunque realmente, esta declaración no está produciendo la división en la Iglesia. Más bien, parafraseando a Simeón, pero en sentido negativo, se podría decir que la Fiducia está puesta para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Las reacciones a favor y contra están dejando clara la división y explicitando nuestras sospechas. Lejos de aclarar, la declaración cubre y encubre, deja abierta la puerta de la ambigüedad de manera consciente y deliberada. Lejos de llamar al orden a los católicos protestantes, se les deja avanzar en su agenda.

Yo le contestaría a aquellos paniaguados que han redactado esta declaración que le han hecho firmar al Papa, lo mismo que les dijo Churchill a Chamberlain cuando vino eufórico a presentar la paz de los Sudetes que había firmado con Hitler: "Entre hacer la Guerra a la herejía y el deshonor de encubrirla, habéis elegido el deshonor y tendréis la guerra". Porque los herejes internos, lejos de conformarse con esta migaja que no satisface a nadie, se crecerán comprendiendo claramente que lo que unos quieren hacer pasar por tolerancia y magnanimidad, es en realidad un disfraz de la debilidad del momento. Oportunidad esta que hay que aprovechar para acelerar el recorrido de los pasos de su agenda.


El problema más grande de todo este asunto no son todas las reacciones que está teniendo esta declaración. Lo peor es la obcecación a no modificar el texto oficial escrito, manteniéndose la primera versión, sin modificaciones.

Pilato les dijo que escribieran un letrero que decía: «JESÚS DE NAZARET, REY DE LOS JUDíOS» y lo hizo colocar en la cruz. Jn 19, 19

Pilato ordenó escribir este texto con toda la intencionalidad. O igual fue un lapsus freudiano provocado por la providencia.

El Sensus Fidei, manifestado a través de los jefes de los sacerdotes judíos, leyó e interpretó certeramente lo que el astuto político experimentado de Poncio Pilato había escrito literalmente sobre la cruz. Por eso le rogaba que corrigiera el texto diciéndole: No escribas “Rey de los judíos”, sino más bien: “Este hombre dijo: Yo soy el rey de los judíos”

Pilato contestó: "Lo escrito, escrito está".

La historia vuelve a repetirse. Cuando el Sensus Fidei actual, manifestado en revistas en línea católica, agencias de noticias y obispos y cardenales le han pedido al Papa que rectifique el texto, el Papa, al igual que hizo Poncio Pilatos hace casi 2000 años, ha hecho suya la frase sostenella y no enmendalla y ha mantenido la letra escrita, que es la que, a fin de cuentas, quedará para la posteridad.

Las aclaraciones dejando claro que, en realidad, todo se queda igual; que se bendice a las personas, aunque sean por pares, que no a las parejas, ni a la relación que mantienen entre ellas; aunque se tache peyorativamente a los que no aceptan la letra explícita... todo eso, será sepultado bajo toneladas de nuevas noticias que la actualidad se encargará de diluir en la bruma de la historia. La declaración no enmendada, ahí quedará. Lo escrito, escrito está. Una ponzoña bien destilada en la que se ha dejado caer una gotita de veneno dentro de una amplia declaración de agua sin color, sin sabor, ni aroma, cuya misión es servir de excipiente al principio activo que se quería inocular.

Dentro de unos años, nadie se acordará de la polvareda levantada en los medios y la declaración quedará escrita en las bibliotecas vaticanas como "doctrina segura", si no lo remedia el siguiente sucesor de la cátedra de S. Pedro del papa actual. Porque este, nos tememos que no modificará una coma escrita por Trucho, haciéndose por omisión, cómplice necesario de sus palabras y responsable último subsidiario del error. Las palabras se las lleva el viento, lo escrito, permanece. El lema de la casa del premio nobel de literatura D. Camilo José Cela: "El que resiste, gana", es la táctica empleada por el Vaticano en este caso.

Es la Fiducia un plato de autor, cocinado por el cocinero michelín de referencia del Papa, en las cocinas vaticanas, que ha gustado tanto al Papa, que lo ha compartido con la Iglesia:

  1. Sin consensuarlo con nadie.
  2. Sin la más mínima supervisión teológica externa y, por lo tanto, sin revisión interpares.
  3. Que sólo confirma lo ya sabido y cuyas ocurrencias y moderneces añadidas son contrarias al Sensus Fidei.
  4. Sin que fuera una necesidad reclamada por la Iglesia.

El Papa, lejos de quitar el anzuelo que ha hecho tragar al pescado de la Iglesia, ha soltado algo de sedal a la espera de que el pescado note menos el desgarro interno del anzuelo fiduciario, se desbrave en los media coleteando y saltando hasta que, cansado de un esfuerzo inútil por quitarse el anzuelo, se deje arrastrar por el sedal posteriormente. Esa es la táctica de un pescador que siempre gana con el rio revuelto.

Yo contestaría con las palabras de Jesucristo a aquellos que menosprecian a los que no aceptan lo inaceptable tachándoles de grupitos minoritarios, de atrasados culturalmente o de tradicionalistas intransigentes: Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos "pequeños". Lc 17,1

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