Liberad a Diana
Fábula de las dos esposas de Esopo
Un hombre entrecano que estaba casado con una mujer de su edad que ya pintaba bastantes canas, en la crisis de los 50, se enamoró de otra mujer bastante más joven que él y contrajo segundas nupcias.
La primera mujer, más astuta por vieja, además de por mujer, queriendo congraciarse al marido para que no tuviera como favorita a la esposa joven, comenzó a quitarle los pelos negros al marido mientras este dormía.
Percatándose de la jugada la mujer joven, comenzó a hacer lo mismo la joven, pero con las canas. Así que las dos esposas, juntas, acabaron por dejar al pobre hombre sin un solo pelo en la cabeza.
Orange y la directiva de Vox
Recientemente, comenzó a circular por la red social Tik-Tok un fragmento de una entrevista callejera a dos personas cualquiera que eran, casualmente, una votante del PP y la otra votante de Vox. Ambas opinaban libremente sobre las elecciones del 23 de Julio de 2023.
Una de las entrevistadas es Diana Carpio,
alto cargo en Orange España. Un internauta la conocía y publicó su identidad y su puesto de trabajo.
Respuesta política
A renglón seguido, cientos de tuiteros comenzaron a realizar una campaña de boicot solicitando su despido inmediato, bajo la amenaza de tomar represalias contra la compañía de telefonía.
Se preguntaban por qué una compañía como Orange tenía en plantilla a una persona que piensa así. El desparpajo y la sinceridad con la que alardeaba esta directiva en público, en su rato de ocio personal, sorprendida por el periodista debió de ser la guinda que colmó el vaso de la paciencia política zurda. Las críticas fueron viniendo a más hasta que se acabó exigiendo el despido de esta directiva. El escándalo impostado que se montó obligó a que la propia Orange publicara, a las pocas horas, tweets en los que se informaba que los valores de diversidad e inclusión (todo muy neolengua) no correspondían con los valores y la opinión privada y personal de un empleado y que Orange no tiene por qué compartir, ni seguir, ni tan siquiera conocer.
Algunas respuestas del acoso a la compañía Orange
Inmediatamente han comenzado las falacias retóricas ad hominem atacando, no los argumentos, sino a las personas que los sustentan mediante el tradicional anatema de fascista; falacias de la parte por el todo indicando que si un empleado es supuestamente fascista, entonces, toda la compañía Orange, también lo es... para seguidamente comenzar con las amenazas de que nos vamos a ir a otra compañía si no se despide a la directiva o hace una campaña pública de petición de perdón.
Análisis
A raíz de este curioso caso, aparecen muchas consecuencias cuyo desenlace final nos lleva a un estado totalitarista hipervigilado. Veamos algunos análisis.
Comisariado político
Es decir, que en el fondo, lo que está proponiendo toda esta sarta de izquierda tuitera es la existencia de comisarios políticos en Orange, a modo de nueva inquisición, de carácter interno a la compañía, que sería la encargada de vigilar las opiniones personales de sus empleados y así, poder garantizar la pureza ideológica de la compañía.
Por otro lado, esto obligaría a la compañía a pasar un tiempo de cuarentena antifascista en la que estaría bajo estrecha vigilancia de los guardianes del decoro social zurdo, una nueva rama de la inquisición, pero esta vez externa a la compañía. Esta labor podría ser desarrollada genéricamente, por un Observatorio del Espíritu Nacional, convenientemente nutrido de ingentes recursos públicos, sedes distribuidas por todas y cada una de las comunidades autónomas, con sus correspondientes baremos de inclusión que tuvieran en cuenta la pertenencia a las clases protegidas y conocimiento de las lenguas y dialectos locales.
Durante esta cuarentena, la compañía debería ir pisando con pies de plomo en sus declaraciones públicas, que serían miradas con lupa social, obligando a la empresa a sobreactuar en sus actividades públicas, especialmente en las fiestas de guardar de la nueva religión laicista.
Pero claro, si este lamentable suceso ha ocurrido en una compañía que creíamos alineada con toda la ortodoxia del N.O.M., ¿cómo no iba a ocurrir también en otras? ¿No habría que extender también este comisariado a todas las compañías? ¿Y hasta que nivel de empresa? ¿Grandes, multinacionales, PyMEs también? Si llegamos a este calibre de rastreo, ¿deberían haber empresas encargadas de estos servicios? ¿Y cómo saber si el servicio no es más que una pantomima o si realmente tiene calidad? ¿No habría que extraer una nueva normativa y certificados de calidad para extender periódicamente a las empresas de certificación y estas a sus certificadas? ¿Y con los empleados que no pasaron los filtros anteriormente, especialmente los más antiguos y recalcitrantes? ¿Y si tras pasar los filtros en un momento dado, se pervierte el empleado ideológicamente? ¿No habría que, primero poder detectarlo y después reeducarlo? ¿Y si no quiere ser reeducado? ¿Tendría que ser expulsado?.
Y una vez expulsado de esa compañía por no cumplir con las normativas y niveles ideológicos, ¿podría ser admitido de nuevo por otra? Dado que esta persona ha sido expulsada de la primera empresa por no pasar los filtros ideológicos, previsiblemente, tampoco los pasaría en ninguna otra empresa a la que quisiera entrar a prestar sus servicios. ¿Debería ser reeducada como hacen con los conductores que han perdido todos los puntos del carnet? ¿Deberían ser internadas en un centro psiquiátrico para ser reeducadas o recibir tratamientos psiquiátricos hasta que consigamos que entren en el sarcófago social como se hacía en las antiguas dictaduras comunistas?
La empresa que la contrate ¿también deberá sufrir un boicot porque
estará contratando a una persona cuyos valores privados no pueden ser
socialmente aceptados o debería exhibir públicamente el nuevo certificado de buena conducta? ¿Tendrá que sobreactuar la compañía bajo sospecha de haber contratado a un converso? ¿Quien garantiza la calidad de la conversión? ¿Y por cuánto tiempo?
Mucho me temo que en realidad, todo este montaje artificialmente amplificado, por toda la patulea zurda a la que se refería Trump, con el fin de buscar un castigo ejemplarizante para esta mujer y que sirva de aviso a navegantes para que no se expresen en público libremente si no se ajusta a los cánones de la izquierda. Es decir, para que otras personas, a partir de ahora, se autocensuren por miedo a que las cancelen y sean despedidas de sus puestos de trabajo, se les amenace con hacerles scratches, se les expulse de las RR.SS. o cualquier otra reprimenda que se les ocurra.
Disonancias cognitivas zurdas
La izquierda política, tradicionalmente ha defendido al trabajador (por ser la parte débil) frente al empresario (parte fuerte) en una relación laboral. Uno de esos logros es haber conseguido leyes que regulan los despidos de los trabajadores por parte de empresarios para que el empresario no abuse de su legítimo derecho a prescindir de aquellos trabajadores que resulten muy costosos o molestos. Este es un caso de disonancia cognitiva en el que las protecciones al trabajador frente a la arbitrariedad del empleador queda en entredicho.
Así mismo, a la izquierda también se le supone guardiana de la libertad de expresión. Uno debería de preguntarse si el modelo de sociedad que se está construyendo responde a los parámetros de tolerancia que quisiéramos. No permitir que otras personas piensen y se expresen como deseen, por ejemplo, como están haciendo los ofendiditos que reclaman el despido disciplinario, es jugar con las cartas marcadas, es negar los mismos derechos a todos y es un arma de doble filo que ya se empleó en el pasado tanto en democracias como la norteamericana en tiempos de McArthur como en las dictaduras comunistas con técnicas como la delación o la denuncia anónima.
La empresa calva

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