Prisiones modernas. Pornografía

El deseo sexual de una persona del sexo contrario es algo bueno, puesto por Dios en el hombre con el fin de evitar que esté solo, Gn 2, 18. El deseo sexual del hombre por la mujer y viceversa, tiene muchas cosas buenas: 

  • Permite reconocerse en el otro: "Esta sí que es carne de mi carne  huesos de mis huesos", Gn 2, 23.
  • Permite alcanzar una plenitud perfecta, resultado de la unión complementaria, que es superior a la simple suma de sus partes imperfectas. De esta unión surgen comportamientos y facultades emergentes (hijos y familia) que no se dan por separado en cada una de las dos partes que se unen: varón y mujer. Un hombre o una mujer, por separado, no son una familia. Un hombre y una mujer, unidos en matrimonio, sí que son una familia. Un miembro ayuda al otro y cada uno de ellos puede verse apoyado por el otro en los momentos de necesidad. Lo comparten todo.
  • El roce hace el cariño. Las aristas con las que cada uno viene al matrimonio, van limándose hasta que cada parte va acoplándose a la otra hasta formar un todo indivisible en el que ya no se sabe muy bien donde comienza una parte y acaba la otra. El roce también hace saltar las inevitables chispas cotidianas y aumenta el calor de la relación. Es misión de la pareja limitar la intensidad de la interacción con el fin de evitar el estallido de las partes.

Pornografía

La pornografía en línea es la versión moderna y tecnificada del clásico de la masturbación. Es el catalizador que lleva a la masturbación siempre. Es la rampa inclinada y resbaladiza que, tarde o temprano, acabará haciendo que el individuo que la observa acabe siempre en el mismo sitio. Los mismos caminos siempre llevan a los mismos lugares.

La pornografía exacerba un apetito que sólo puede ser satisfecho siempre de la misma manera. El que comienza con la pornografía ya sabe para qué la comienza y sabe cuál es el objetivo que desea y busca. No se puede alegar ignorancia y es fatídico pretender que esto no te afecte ni te conduzca a donde ya sabes. La arrogancia es un síntoma de la adicción.

La pornografía es perversa porque propone el mal objetivo de una fantasía inacabable, permanente y continua, como un bien deseable. Esta adicción hace que el individuo que la practica, acabe percibiendo al bien objetivo de una relación sexual real y estable, como un mal o en todo caso, como algo menos deseable que la pornografía.

La pornografía pervierte el bien objetivo de la entrega al otro sexo, encarcelando al hombre a la prisión de sí mismo y manteniéndolo prisionero de su harem de mujeres imaginarias. O mujeres reales siempre fuera de su alcance real, siempre más allá de una fría pantalla de ordenador o de unas frías lentes situadas a escasos milímetros de sus pupilas. Mujeres que han sido sometidas a determinadas prácticas que no harían nunca en su vida real; que en muchas ocasiones han sido realizadas en contra de su voluntad, simplemente por dinero. Prostitución grabada y enlatada para el resto de los siglos. Hechos que ya nunca más serán borrados, replicados en multitud de ordenadores en lugares recónditos y alejados de donde se grabaron, siempre disponibles 24/7. Prostitución pagada por ti, a distancia, para que no salpique ni moleste con los detalles sórdidos del pago en billetes, en negro, sin testigos, en un lupanar o en una aséptica y despersonalizada habitación de motel.

Este harem ficticio y fantasioso sólo existe en la mente del pornoadicto. La pornografía es un sumidero, una toma de tierra por la que se descarga toda la energía sexual y personal. Agotado en este baldío esfuerzo, la pornografía se encargará de que jamás lleguemos a unirnos con una mujer real, formando una familia real, de la cual emergerán nuevos seres reales y nuevas familias reales. La vida que tenía que multiplicarse, entregarse y fructificar, es despilfarrada en  una orgía sin sentido, sin fundamento y sin objetivos; más allá de los egoístas y placenteros, agotando al individuo en sí mismo, impidiendo su expresión natural real y truncando la estela de vida que vendría posteriormente. En el fondo, su objetivo perverso y diabólico es dividir, agotar en sí mismo y acabar con la vida. Es una conducta de muerte, que sólo lleva a la muerte: la muerte personal, la muerte de la familia que debería haber formado y de los descendientes que ya nunca podrán ser engendrados.

Porque el harem pornográfico está siempre accesible, en un inacabable servicio permanente 24/7. Si además de ser permanente el acceso a estos contenidos, estos están en la palma de la mano y se puede llevar el dispositivo al baño, a tu cama, al sofá... estás atrapado en una prisión diseñada a propósito para ello. La masturbación debe ser evitada, como todas las cosas que van en contra de la vida, pues el peligro es que se pueda llegar... a amar la prisión.

El harem está siempre sometido, satisface servicial y puntualmente. El harem pide sacrificios asumibles: una cuota mensual muy barata y tiempo, todo el tiempo tuyo personal que puedas dedicarle. Pero a cambio, siempre entrega placer. La droga perfecta, la droga que no deja, aparentemente, señales físicas, marcas en los brazos...

Este harem supera al cielo musulmán y lo pone a tu disposición ya aquí, en la Tierra. Dotado de atracciones eróticas y psicológicas con las que ninguna mujer real puede competir, estas mujeres de ensueño siempre estarán dispuestas, sumisas al hombre que es siempre adorado, siempre el amante perfecto. Jamás le plantará cara al amo egoísta, que será siempre exaltado, al que nunca se le exigirá amor altruista, donación desinteresada, ni mortificación alguna a su vanidad y soberbia. La pornografía es la araña que inocula su veneno a la incauta mosca que ha caído en sus redes. Este veneno tiene como efecto el paralizar a la mosca en estas redes. Que se quede, que no se vaya, que permanezca. Es gratis, no cuesta nada y satisface mucho. ¿Quién está tan loco como para irse de semejante paraíso, en estas condiciones?

Y mientras tanto, la araña va anudando pacientemente, vuelta tras vuelta, su suave seda. A cada vuelta, la mosca pornoadicta, estará un poco más atrapada por la araña. Cada vuelta le inmovilizará un poco más. A cada vuelta, las ganas de escapar serán cada vez menores. Mientras va pasando el tiempo y el veneno inmovilizante va haciendo el efecto para el cual fue sintetizado por la diabólica araña, la pornografía es el medio por el cual, incrementalmente, el individuo va adorándose, cada vez más, a sí mismo.

El comportamiento de la pornografía es idéntico al comportamiento de cualquier droga con su drogadicto.

El deseo sexual es como la energía atómica. Correctamente gestionada dentro del matrimonio, es como una central nuclear que puede estar dando energía y sosteniendo energéticamente a una comunidad de forma creativa y constructiva, durante años. La pornografía saca la energía nuclear de esa central y la revienta en forma de bomba atómica, destruyendo en poco tiempo, todo aquello a lo que estaba destinada para sostener y mantener.

Dedicado a C. S. Lewis, el autor de las Crónicas de Narnia y católico convencido y practicante.



 

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