El síndrome del esclavo satisfecho
Esclavo
Un esclavo es una persona o grupo social cuya autonomía y voluntad personal/grupal queda sustituida por la de la persona o grupo amo. Para ser un esclavo hay que ser consciente primero de que se es persona. Es decir, que:
- Se posee una identidad que consiste en reconocerse como una persona o una sociedad identificable por sus rasgos propios.
- Se posee una dignidad personal o colectiva que le sitúa al mismo nivel que el resto de personas o grupos sociales, incluyendo al amo.
- Se tiene derecho a desarrollar el potencial individual o colectivo,
tanto de la persona, dentro de los grupos sociales en los que se
encuentre, como cada grupo respecto del resto.
Estos puntos anteriores corresponderían al artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU.
En segundo lugar, hay que ser consciente de que se es un esclavo. Es decir, que:
5. No se quiere seguir siendo esclavo. Por lo tanto, luchará para romper sus cadenas y si tiene ocasión, se liberará de su opresión. Liberación de su condición de esclavo.
Esclavo satisfecho
En cambio, un esclavo satisfecho (E.S.) es alguien al que le han escamoteado alguno de los puntos anteriores y no cumple todos los requisitos. Las cosas no tienen voluntad propia que se le pueda coaccionar, ni consciencia, ni dignidad, ni derechos. Por lo tanto, el esclavo, siempre tiene que ser alguien, no algo. El síndrome del esclavo satisfecho no es un término recogido por el DSM, ni por ningún otro manual de diagnóstico psiquiátrico.
Del mismo modo en el que los secuestrados que sufren el síndrome de Estocolmo establecen un vínculo afectivo con el secuestrador, el esclavo puede encontrarse satisfecho con la anulación de su libertad siempre que le compense, en su percepción, en su ecuación particular de coste/beneficio.
¿Por qué se acepta esa esclavitud?
Al E.S. consciente de su esclavitud, le compensa el coste real de su esclavitud a cambio del supuesto beneficio que obtiene de su relación esclavizante. Para ello, el esclavizador dosifica las penalidades para que permanezcan en el umbral de lo asumible por el esclavo, al tiempo que se maximiza el valor, en la conciencia del esclavo, del supuesto beneficio recibido. Se trata de que el esclavo reciba algo que él crea que le valga la pena, no porque tenga un valor en si mismo, sino porque sea lo suficientemente valioso para él. El máximo interesado en que se amplifique el valor percibido por el esclavo es el amo.
Así, los avances de las nuevas series de TV se encargarán de implantar, en la mente de los adictos a los canales de pago, fantasías de nuevas experiencias que sobrepasarán ampliamente el producto real recibido. Las grandísimas pantallas a todo color de las cadenas de hamburguesas prometen experiencias culinarias sabrosísimas que quedarán completamente defraudadas por el producto real recibido en una pequeña cajita de cartón.
Porque la intención del amo no es darte productos de culturales o culinarios de calidad, sino mantener la relación de esclavitud contigo, mantenerte atado a su marca o servicio, con el fin de conseguir tu dinero.
Así,
en la segunda revolución industrial, los trabajadores en las fábricas
podían estar hasta 16h al día trabajando sin descansos porque, a cambio,
no se morían de hambre y disponían de una choza para vivir. El
drogadicto irá sacrificando su vida poco a poco con tal de conseguir una
satisfacción cada vez menos intensa, pero satisfacción al fin y al cabo,
que le impida caer en el mono y mantener su paupérrima vida. Es o que se denomina la ley de los rendimientos decrecientes.
Ese estado de satisfacción inducida provoca, en la mente del esclavo, que deje de pensar críticamente; de plantearse nuevas alternativas de vida, asumiendo una resignación pasiva.
- Por falta de fuerzas del esclavo. Sería el caso en el que la mujer no trabaja y tiene que aguantar al marido que es el que provee el sustento familiar, bien por la edad de la mujer que ha estado aguantando al marido durante tantos años y ahora a la vejez, no tiene fuerzas para divorciarse, ni dinero para pagar el proceso.
- Por
el elevado coste de la ruptura de la relación esclavizante. Es el caso
de costosos divorcios que se eternizan en costosas trifulcas que
disuaden de acabar bien. Abandonar un puesto de trabajo que se detesta pero que mantiene viva la relación con unos magníficos compañeros de trabajo o achatarrar un coche en el que se han gastado miles de euros para arreglarlo.
- Falta
de opciones y de nuevas relaciones posibles fuera de la relación
actual. Es el caso de no saber qué hacer, ni a quien querer, ni quien te
querrá, si dejas a esa novia celosa cuya relación tóxica te está matando o
a ese novio que te maltrata pero que es tan guapo. Por la necesidad de
sentirse querida aunque a cambio te maltrate física o psicológicamente.
Es el miedo al vacío que produciría la falta de esa relación o la
incapacidad para poder subsistir sin el sustento que le provee el
esclavizador. Así, dejar Netfix te deja en manos de HBO; dejar de votar al PSOE, te deja en manos del PP; dejar de compra en Mercadona, te deja en manos de Consum o Carrefour; salee de McDonalds y caes en manos de Burguer King. Al final, no dejas de recibir el mismo y asfixiante servicio o producto.
- A veces, el E.S. ha intentado la huida en repetidas ocasiones en el pasado y todas han sido infructuosas. Es el caso de los que han intentado varias veces dejar de fumar o tras dejar repetidamente a la novia, vuelven a ella una y otra vez. Eso le confirma la aceptación de permanencia de la relación, la fatalidad del destino, el mantra. Esto justifica el abandono de los intentos por cambiar la situación, la pérdida de voluntad y de la esperanza en el cambio. Esta creencia de que esto siempre ha sido así y lo que es peor, que nunca va a cambiar y que siempre será así. esta situación refuerza al esclavizador y justifica la apatía del esclavo.
Esclavo inconsciente de serlo
El caso extremo se produce cuando el esclavo, finalmente, acepta el esquema mental del esclavizador, asumiéndolo como propio. La mentalidad externa se acepta como identidad propia; pasa a ser asumida en el esquema de valores y características propias, se incorpora a su identidad. Es el caso del sistema de castas indio, en el que cada miembro de una casta acaba asumiendo su papel dentro de ella y el sistema en si mismo. Cuando se llega a este nivel, el E.S. ni siquiera se cuestiona su estado de sumisión. Pierde su esperanza; incluso pierde su noción de esclavo. Esto conlleva que acepte de forma acrítica las condiciones de vida con una pasividad resignada y sin atisbo de determinación para poder revertir su vida. Si además sumamos una percepción de satisfacción por el trato que se le ofrece en tanto que esclavo, el individuo está condenado a vivir una vida miserable para siempre, sin esperanza, ni derecho a la redención. Y lo peor, es que ni siquiera él mismo lo sabe. En este caso, las cadenas no sujetan el cuerpo. Cadenas que sólo existen en su propia mente y, por lo tanto, cree que forman parte de él. El E.S. ha interiorizado no rebelarse contra sus cadenas mentales al igual que hace un elefante encadenado. Esta es una de las esclavitudes más sutiles, porque el esclavo ni tan siquiera es consciente de serlo. Es el estado ideal al que cualquier esclavizador le gustaría conducir a su esclavo.
Mecanismos de esclavización
Hay diferentes herramientas para conseguir E.S. según el nivel al que se actúe:
- En las relaciones personales, los psicópatas son expertos en satisfacer a sus esclavos allegados.
- En las relaciones familiares,
- En las relaciones laborales,
- En las relaciones sociales próximas,
- En las relaciones entre sociedades, el soft power se encarga de implantarnos modelos familiares, personales y sociales que le interesan al esclavizador para garantizar una relación esclavizante que permita seguir parasitando al esclavizador. Es el caso de los grupos de presión y de los "influencers"; los modelos propuestos por las revistas "modernas" de moda; las propuestas culturales... Hollywood aquí tiene mucho que decir, aunque actualmente ha quedado desplazado por otros polos de generación de cultura como Bollywood, las nuevas cadenas en línea de provisión de contenidos multimedia como Netflix, HBO, Amazon Prime y tantas otras.
Una de las técnica de ingeniería social empleadas para conseguir E.S. consiste en que evitar que el esclavo piense por sí mismo. Hay que evitar que actúe mediante una reflexión previa. La asimilación de una serie de rutinas familiares, laborales y sociales facilita el comportamiento mecánico y repetitivo. Hay que conseguir que el E.S. mantenga un ritmo de vida frenético o monótono, que anule su capacidad para tomar iniciativas personales en cuestiones que interesen a los amos como el consumo, la moda o la moralidad.
De la misma forma que un esclavo colonial no podía trasladarse de un lugar a otro, sin el permiso de su amo; la mente del E.S. también está limitada por las rutinas del tipo laboral, familiar, personal y social.
Este hecho bloquea cualquier intención de poder tener algo de iniciativa y autonomía, que lo abstraiga de esos patrones conductuales y le permita rescatar su amor propio, su autoestima y aquellos auténticos valores.
Conseguir una actitud permisiva y acrítica genera una mente pasiva, que deja de cuestionarse la realidad, generando una resignación pasiva ante las vicisitudes de la vida. De este modo, tal como actuaría un esclavo que ha perdido la confianza en sus posibilidades por su indefensión aprendida, el E.S. acaba siendo mero espectador de un statu quo que cree ubicuo y, por tanto, legítimo.
Existen técnicas de manipulación mental estratégicamente diseñadas para el condicionamiento de la conducta humana; y por ende, lograr que las personas se conviertan, sin ser consciente de ello, en unos E.S.
El esclavo satisfecho se adapta a los patrones de conducta inculcados por mecanismos persuasivos como las modas y tendencias que surgen a diario, la visión que ofrecen los medios de comunicación, las RR.SS., influenciadores que marcan las pautas de cómo debemos vestirnos, lo que se debe comer y hasta qué debemos pensar. Y todo sugerido y aceptado satisfactoriamente
Proceso de liberación
Dejar de ser E.S. pasa primero por dejar de estar satisfecho, primero con la esclavitud y después dejar de ser esclavo. Este proceso pasa por una primera fase en la que primero hay que recobrar la identidad de uno mismo. Después de identificarse, hay que reconocerse en su dignidad propia como paso previo a deducir los derechos que emanan de esa dignidad y exigirlos.
Identidad
Así, si la persona o grupo de esclavo no consigue identificarse a sí mismo como diferente de sus amos, punto 1.- anterior, la relación parasitaria continuará. Es el caso de los autónomos frente al resto de trabajadores por cuenta ajena; un hijo que mantiene al resto de la familia; una madre abnegada que se siente parte de una familia que la esclaviza como ama de casa perpetua o conductores de Uber que se sienten tan conductores de coches como el resto de conductores.
Conciencia
Si un grupo se identifica pero cree que sus características propias están por debajo de las del grupo con el que se compara, tiende a idealizar al otro grupo, a asumir que son superiores y que finalmente, se abandone la cultura propia por la ajena porque le permite mejorar la existencia de todos y cada uno de los miembros del grupo inferior. A esto se le denomina progreso.
Si el grupo superior tiene una intencionalidad opresora y esclavizante, el grupo inferior tenderá a reconocerse como inferior y a justificar su situación de esclavo. Así pasó con los nativos en todas las colonias inglesas como Australia, indios del oeste americano o el apartheid en Sudáfrica.
Para poder liberarse de algo, primero hay que ser consciente de que se está esclavo. El problema principal del E.S. es que no cuestiona su esclavitud porque ni tan siquiera sabe que es esclavo. El E.S., a pesar de vivir una vida miserable, no sólo está resignado sino incluso agradecido con las formas de su existencia.Dignidad y Derechos
La capacidad de reconocer la dignidad conlleva la satisfacción y orgullo de poseer determinadas cualidades, de apreciarlas, de desearlas y de estar agradecidos por poder disfrutarlas y poseerlas. Esto me permite mirarme a mi mismo como persona o como grupo e identificar otras características en otras personas o grupos; reconocerlas y apreciarlas.
A estas características, normalmente se les denomina cultura, en su sentido más amplio, que se define como toda expresión propia del ser humano.
La comparación entre los diferentes dones recibidos, al final permite compararse y comprobar que no somos tan diferentes los unos de los otros, que lo que nos diferencia no es tanto y que esa diferencia nos complementa para que colaborando, seamos más juntos que por separado.
Nos unimos porque juntos somos capaces de mejorar la capacidad de supervivencia de cada miembro del grupo respecto de lo que haríamos por separado. Así, nos unimos en comunidades de vecinos, de urbanización, de pueblo, comarca, provincia... porque en cada unión, somos más fuertes y resilientes.
Sólo cuando los negros en los EE.UU. y Sudáfrica o los indios en la India, comenzaron a tomar conciencia de su dignidad y surgieron líderes públicos emblemáticos que iconizaban esa dignidad (Nelson Mandela en Sudáfrica, Mahatma Gandhi en India o Martin Luther King en los EE.UU.) fue cuando comenzaron los procesos de recuperación de derechos.
Liberación
Tomar conciencia de que uno es un esclavo, de que existe un esclavizador que establece una relación asimétrica y parásita entre ambos y de que la culpa es en parte del esclavo por consentir esa relación, genera una sensación de duelo que pasa por las cinco fases de Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra suizo-estadounidense nacida en 1926 especializada en cuidados paliativos y en las situaciones cercanas a la muerte. Estas 5 etapas de duelo son, por orden cronológico: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Transcurridas estas fases, se produce un estado de paz con uno mismo y su historia que permite recuperar la vida personal.
Muchas veces, las cadenas que aprisionan al E.S. no las impone nadie, sino que es el propio esclavo el que se las ha colocado. Reglas que existen para saber vivir en sociedad, la necesidad de ser perfectos, muchas veces restringen la propia libertad. La presión grupal ayuda a mantenerse en la esclavitud; no puede ser que todos estén equivocados, fuera hace frío, se está mejor aquí... Al menos aquí hay paja seca aunque añore los pastos frondosos y verdes.
Romper las cadenas realmente significa abandonar nuestra zona complaciente de esclavitud satisfecha para salir hacia lo desconocido. Abandonar nuestra zona de confort para acceder a un lugar donde nada está garantizado, al tiempo en el que todo es posible. No se a dónde voy, pero hoy sólo se que YA no quiero estar aquí.
El miedo siempre se genera frente a lo desconocido y enfrentarse a las inseguridades de abandonar nuestras cebollas de Egipto (Nm 11, 5). Reconocer una esclavitud que no me da la felicidad, pero que me satisface. Es el mismo planteamiento que ofrecen las adicciones: el tabaco, la pornografía, las drogas, el juego... o simplemente la anestesia. Se puede hacer lo que se quiera con la persona anestesiada porque es incapaz de quejarse bajo los efectos de la anestesia que lo satisface.
Renunciar a las cadenas que nos esclavizan nos permite ser consciente de las cadenas
que atenazan a los demás. Comenzamos a vernos diferentes del resto de
esclavos. Se produce un despertar. No puedo cambiar al resto, pero puedo cambiar yo. Del mismo modo que la crisálida genera una mariposa que ya nunca más volverá a ser gusano, así el liberto no quiere volver atrás.
Sin pensamiento crítico no hay libertad
Cualquier atisbo de pensamiento independiente o de crítica hacia ciertos usos y costumbres sociales se vilipendia por el grupo denunciado y se excluye al díscolo sistemáticamente. Así, el miedo a pensar por uno mismo y la autocensura son los obstáculos para escapar de las cadenas y latigazos en el esclavismo moderno. El pensamiento único, lo políticamente correcto, la aceptación de los criterios mayoritarios en temas sensibles como la guerra de Ucrania, la ideología de género, el aborto, el divorcio... son ejemplos de celdas de pensamiento que impiden a mucha gente discrepar.
La pregunta obligatoria es la que hacían siempre los romanos: Quid Prodest? Es decir, ¿a quien beneficia todo esto? ¿Quien es el amo o capataz? El que saca lucro del sistema esclavista: trabajadores precarios pero productivos; consumistas sin criterio ni capacidad crítica con la sociedad; ni con las injusticias que sufren, y sin tan siquiera darse cuenta de ello.

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