Pederhastío
Save the Children publicó en Noviembre de 2021 su informe titulado “Los abusos sexuales hacia la infancia en España”. Se analizaron 432 casos, 394 sentencias judiciales de casos de abusos sexuales cometidos hacia la infancia entre 2019 y 2020. La distribución del delito es clara:
- Se estima que entre un 10 y un 20 % de la población en España ha sufrido algún tipo de abuso sexual durante su infancia.
- Según el análisis de sentencias, un 44,7 % de los abusos se producen entre los 13 y los 16 años, aunque la edad media en la que los niños y las niñas comienzan a sufrir abusos es muy temprana, a los 11 años y medio.
- En el 78,9 % de los casos analizados las víctimas son niñas y adolescentes.
- Respecto a los espacios en los que se cometen los abusos, destaca el entorno familiar con casi la mitad (49,5 %).
- Los perfiles de abusador más frecuentes son: el padre (24,9 % del total del entorno familiar y 12,3 % del total), otro familiar no identificado (19,7 % del entorno familiar y 9,7 % del total), la pareja de la madre típicamente masculina (18,8 % del entorno familiar y 9,3 % del total), el abuelo (12,2 % del entorno familiar y 6 % del total) o el tío (6,6 % dentro del entorno familiar y 3,2 % sobre el total).
- Sobre los victimarios fuera del entorno familiar (que supone el 34,5 % de casos), destacan 9,7 % amistades o compañeros de la víctima (19,8 % del total de los casos del entorno ajeno a la familia), en un 8,6 % de los casos son conocidos de la familia (17,5 % del total de los casos del entorno ajeno) y educadores con un 6 % de los casos (12,3 % del entorno fuera de la familia).
Los abusos registrados en la Iglesia Católica en España, ni siquiera aparecen en el informe por ser absolutamente residuales, del orden de menos del 0.5 casos por cada mil sacerdotes.
A pesar de ello, desde la última década del milenio pasado, especialmente en los EE.UU., se añadió a la leyenda negra de la Iglesia Católica un nuevo ataque consistente en denunciar casos de pederastia en la Iglesia. El objetivo hipócrita de estos ataques era centrar el foco especialmente en la jerarquía de la Iglesia católica con un doble fin:
- Conseguir transformar a la Iglesia Católica en un chivo expiatorio que centralice el odio de la gente sobre un punto y, de paso, destruir la reputación del enemigo mediante la presión mediática y política.
- Evitar el escándalo que salpica a muchas instituciones públicas no religiosas y a la sociedad en su conjunto.
La respuesta eclesial consistió en
reconocer los daños cometidos, repararlos, adoptar medidas para que no pudieran reiterarse, y todo esto se ha venido haciendo con un alcance
que ninguna otra instancia pública o privada ha hecho. Aún habiendo pedido perdón, habiendo resarcido a víctimas con sumas millonarias, habiendo endurecido protocolos, significando un porcentaje ridículo de casos respecto del resto de situaciones; aún así, el foco continúa situado sobre ella. La pregunta que habría que plantearse es quien es el que controla el foco y cual es la motivación para permanecer en esta fijación tan enfermiza. Téngase en cuenta que, en España, se producen más de 6.000 casos de denuncias por abusos sexuales a menores en un solo año, de las cuales, según datos de la propia Iglesia Católica, sumando todos los casos desde el año 2020, sólo hay registrados 34. La enorme disparidad de tamaño del problema es elocuente, dada la repercusión del supuesto problema en los media.
Lo que nadie comenta es que
- La mayoría de los casos ocurrieron en las décadas de los 60 a los 90 en el ambiente secularizante de mayo del 68 y que la cantidad de víctimas actuales sólo representan el 20% de lo ocurrido en aquellas décadas lamentables.
- Sólo queda vivo un tercio de los afectados, por lo que sólo se puede satisfacer demandas de un tercio de ellos.
- Del total de 927 víctimas en el ámbito de la Iglesia católica, es significativo que el 99% de los agresores eran varones y que las víctimas eran varones en el 82,62% de los casos y mujeres en el 17,38% de los casos. Es decir, hay una clarísima vinculación entre homosexualidad y pedofília.
Más bien, da la sensación de que hay una intencionalidad de desprestigiar a la Iglesia tanto por los propios creyentes como externamente y de hacerle perder tiempo y recursos, más allá de los necesarios para la reparación y enmienda. Recursos exagerados que no se han visto en ninguna otra institución.
Pero, en justa reciprocidad, sería necesario que hubiera una reclamación al estado y a los media que tan enfermizamente fijan su atención en la Iglesia católica para que, en igualdad de trato, se asumiera su parte de responsabilidad en este tema a todas las instituciones públicas, laicas, aconfesionales o de otras religiones, presentando idénticas coberturas mediáticas, resarcimientos económicos y demás, de modo análogo al modo en el que se realizaron con la Iglesia Católica.
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