Siempre necesitamos dioses
Aquí tenemos a Féliz de Azua, académico de la RAE, hablando sobre su libro Autobiografía sin vida, acaba parafraseando a Chesterton sin saberlo:
"Una vez eliminada la creencia en Dios, el núcleo estalla, se produce una metástasis y empezamos a creer en dos mil cosas. Basta ir a un partido del Barça para darse cuenta de que estamos asistiendo a una ceremonia religiosa de principio a fin y que los apasionados seguidores que gritan, lloran y ondean sus banderas son exactamente igual que los chiítas que se fustigan en las procesiones. Pura religión. Desaparece la religión oficial y aparecen cinco mil subterráneas. Esos son los signos".
El hueco que deja Dios debe de ser rellenado por algo, por alguna creencia que le salve de la desesperación o que al menos le tenga entretenido mientras pasa el angustioso tiempo hasta que desaparezca para siempre tras la muerte. Así vemos el auge de las nuevas religiones esotéricas, orientales, el auge de las sectas, las creencias en extraterrestres...
En realidad, lo que quería decir es que
"Lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios no es que ya no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en todo".
Porque el en fondo, somos hijos de Dios, anhelamos al padre que nos ha creado y estamos programados para necesitarle, quererle, amarle. Si nos negamos a comer esa jugosa carne, acabaremos llenándonos el estómago con dulces y chucherías que nos dejan vacíos e insatisfechos.
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