Cambio de época

Giorgio Agamben es un filósofo italiano investiga la metafísica actual en Occidente. En un reciente artículo, afirma que la era de las democracias burguesas, con sus derechos, sus constituciones y sus parlamentos, está llegando a su fin. Un mundo que comenzó con la primera Revolución Industrial y creció hasta la tercera guerra mundial en la que nos encontramos. Una época caracterizada por los totalitarismos, bien de corte tiránico o democrático. Denunciar este último es de una perspicacia enorme.

Sigue afirmando Giorgio que si las totalitarismos que gobiernan el mundo han sentido que tenían que recurrir a medidas tan extremas como la bioseguridad y el terror sanitario, es porque temían a todas luces que no tenían otra elección que la de sobrevivir.

Pero la otra cara de la moneda que si la gente ha aceptado las medidas despóticas y las limitaciones sin precedentes a las que se ha visto sometida sin ninguna garantía, no es sólo por miedo a la pandemia, sino porque, en el fondo de la conciencia, todos pensaban que el mundo en el que había vivido hasta entonces no podía continuar, era demasiado injusto e inhumano. Es como un punto de inflexión que marca los límites del comienzo del cambio. Es como una penitencia que purga los pecados cometidos.

Los cambios que estamos viviendo, no indican que vivimos en una época de cambios, sino en un cambio de época. Del mismo modo que vivimos la primera revolución industrial, la segunda y la tercera, la cuarta que se nos anuncia ya no es más que el espejismo con el que pretenden tenernos entretenidos mientras montan "la Bestia" del Apocalipsis. Una bestia creada por el hombre con la promesa de alcanzar un cielo que no es más que una quimera utópica que nos llevará a un infierno aún más inhumano e injusto. Ya lo decía Goya: "Los sueños de la razón, producen monstruos". Esta bestia ha nacido para tenernos a todos hipervigilados y monitorizados mientras pertreñan la demolición controlada que nos imponen desde las élites bajo coartada ecologista. Tratan de escamotearnos la dura realidad de que los límites físicos del planeta han sido superados y que tan sólo nos queda retroceder a tiempos en los que se nos impondrá una vida más sencilla, voluntariamente... o no.

Giorgio  descubre en este cambio de época un presentimiento oscuro, un elemento religioso. Descubre que detrás del arrinconamiento de las religiones tradicionales, ha habido un cambio de religión en el que la salud ha sustituido a la salvación, la vida biológica ha tomado el lugar de la vida eterna y la Iglesia, acostumbrada desde hace tiempo a comprometerse con las exigencias mundanas, ha consentido más o menos explícitamente esta sustitución.

Nos lamentamos de este mundo que se acaba. Nos han convencido de que este mundo anterior ya no sirve. Han eliminado la enseñanza de la religión y de la filosofía, de los clásicos y con ello, nos han desprovisto de las defensas que nos legaron los antepasados y, con ello, nos han vaciado y hurtado nuestra cultura y sabiduría. Pero con igual decisión tampoco gusta lo que los nuevos poderes nos proponen.

Es normal que estemos desorientados porque nos han convencido de que lo anterior no vale y lo que nos ofrecen no responde a nuestras verdaderas inquietudes. No se espera un nuevo dios, ni un nuevo hombre, sino una supervivencia que nos mantenga satisfechos en nuestra existencia mientras la vida se acaba. 

Se percibe un mundo que se está desmoronando y entre cuyas futuras ruinas que nos rodearán, surgirá una nueva forma de vida humilde y más sencilla, análoga a la de nuestros antaños. Descendimiento lo llaman.


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