Estados fallidos
La Modernidad nos había hipnotizado con varios mantras, convertidos en realidad a base de repetirlos (1):
- Asumir la superioridad de la racionalidad científico-técnica de la ilustración sobre otras racionalidades.
- La superioridad de la democracia sobre otras formas políticas.
- El progreso indefinido y constante de toda la humanidad.
- El estado como nuevo dios garante de estos puntos.
La mentalidad modernista, dejada a su libre albedrío, ha encontrado sus límites infranqueables en
- La crisis ecológica.
- La violación de los derechos humanos.
- La creación de la cultura de la muerte denunciada por S. Juan Pablo II. mediante la configuración de mecanismos de exclusión amparados en legalidades formales.
- La ocultación del sujeto, tanto el individual al que ampara el derecho y, en concreto, el derecho a la vida; como los sujetos colectivos a los que amparan la libertad, religiosa, de asociación o económica, o la identidad, caso de la familia.
Sin embargo, el estado, como nuevo dios garante del modernismo, es un gigante que descansa sobre los pies de barro de unas fuentes de energía cada vez más escasas y menos eficientes.
Sin esas energías baratas que le permiten mantener estas garantías, surgen crisis recurrentes cada vez más graves y peligrosas. El estado ya no puede asegurar el paso a la siguiente etapa histórica sin traumas. Cada mejora civilizatoria (diferentes revoluciones industriales) se han basado en mejoras de calidad de las fuentes de energía. Así, el paso de la madera al carbón, originó la primera revolución industrial con el uso intensivo de la máquina de vapor. El paso del carbón al petróleo originó la segunda revolución. La introducción de la electricidad generó la tercera, siendo la desmaterialización digital la que ha originado la cuarta.
El agotamiento de las fuentes de energía actuales como la nuclear o el petróleo generará una nueva transición o revolución industrial que, a diferencia de épocas pasadas, no elevará el nivel civilizatorio sino que lo hundirá. A esta época de escasez física motivada por estas restricciones físicas del planeta, se le une la decadencia cultural con estados que pasan de consolidados a precarios a causa de guerras (Afganistán, Ucrania, primavera árabe, Yemen,...) o emergencias varias.
La falta de fuentes de energía barata que permitieron en el pasado reconstruir países enteros como Alemania que quedaron devastados por dos sucesivas guerras mundiales, actualmente, impedirán que loos estados en conflicto no sean capaces de salir de la precariedad.
A esta decadencia física, se le añade la decadencia moral, precisamente de los considerados, por ellos mismos, como más punteros. Estados consolidados pasan ahora a estados fallidos moralmente, en lugar de convertirse en oasis de seguridad,
derecho y justicia. Así, se anula el derecho a la vida
mediante el aborto o la eutanasia, los métodos anticonceptivos, divorcio, ideología de bénero y todo aquello que posibilite la reducción de población; los tribunales superiores de ¿justicia? amparan ahora la persecución de objetores de
conciencia, se anula la separación de poderes de Montesquieu o se realiza ingeniería social para cabiar modelos de convivencia no deseados por la propia ciudadanía a la que se le aplica.
Eel protagonismo de la sociedad civil es determinante en el tránsito de un estado justo a otro fallido o viceversa. De la misma forma que hay estructuras de maldad, las hay de virtud, y ambas se mantienen con la implicación, la determinación, la generosidad, y la constancia de quienes las promueven y sostienen.
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(1) Fue ministro de propaganda de III Reich Joseph Goebbels el que tomó prestada la frase a Vladimir Lennin para deformarla y aplicarla a los judíos diciendo que "Los judíos repiten una mentira tantas veces que se vuelve verdad".
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