HEMP para conquistar Europa
Cualquier explosión nuclear por encima de esas 12 millas náuticas sería una explosión en el espacio internacional (1) y fuera de la jurisdicción nacional de cualquier pais. Incluso en los EE.UU., se podría hablar de 80 Km de altura (2), pero sin ninguna validez jurídica internacional. En cualquier caso, la termosfera es considerada unánimemente ya fuera de toda jurisdicción.
Por lo tanto, se podría detonar cabezas nucleares por encima de los 30Km de altura de cualquier punto sobre un pais cualquiera en pleno derecho internacional al no pertenecer dicho espacio a nadie en concreto y a todos en particular. Esta singularidad viene recogida en el Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes (resolución 2222 (XXI) de la Asamblea General, anexo), aprobado el 19 de diciembre de 1966, abierto a la firma el 27 de enero de 1967 y que entró en vigor el 10 de octubre de 1967.
En su artículo IV, los estados firmantes del acuerdo se comprometen a no colocar en órbita alrededor de la Tierra ningún objeto portador de armas nucleares ni de ningún otro tipo de armas de destrucción en masa, a no emplazar tales armas en los cuerpos celestes y a no colocar tales armas en el espacio ultraterrestre en ninguna otra forma.
Cualquier ICBM lanzado desde tierra, puede alcanzar alturas considerables que entran dentro de lo que se denomina "espacio ultraterrestre", incluyendo trayectorias suborbitales y parcialmente orbitales. Por lo tanto, lanzar estos misiles, cumpliría con el tratado al no llegar a producirse ni siquiera una orbitación alrededor de la Tierra, aunque alcanzara el espacio ultraterrestre, que es el espacio de interés internacional situado más allá del espacio aéreo.
Detonar estas bombas sobre los países de la OTAN, técnicamente, no sería un ataque a la OTAN, puesto que no se detonarían dentro del espacio terrestre que es jurisdicción de cada país, pero dejaría a la OTAN sin capacidad de respuesta y sin posibilidad de réplica; caso de que alguien pudiera hacerlo después de las detonaciones. Esto es lo que ha puesto nervioso a los EE.UU. después de las pasadas ostentaciones de Corea del Norte.
Tradicionalmente, se ha asociado la detonación de una bomba nuclear a su efecto destructivo como bomba. Este tipo de ataque es más propio de mentes adoctrinadas por películas como Star Wars o mentalidades más propias de guerras mundiales del siglo XX.
Sin embargo, en tiempos tan poco resilientes como los actuales y tan dependientes de la electrónica, internet o móviles; destruir todo el flujo eléctrico y dejar inoperativos todos los equipos electrónicos en cientos de kilómetros a la redonda, puede ser más destructivo que destruir físicamente las infraestructuras o los equipos militares.
Esto es posible si se emplea HEMP, es decir, detonaciones nucleares en la termosfera o por encima de la línea de Karman. El efecto, dependiendo de la altura y de la carga detonada, es que no se destruiría físicamente ninguna infraestructura del país atacado (puentes, edificios, carreteras, depósitos, ciudades, infraestructura militar...) pero sí que quedaría todo inutilizado por no disponer de fluido eléctrico, por estar las centralitas de los coches, camiones, vehículos militares... fundidas internamente, sin telefonía de ningún tipo, internet destruido...
El efecto sería equivalente al temido efecto Carrington que ocurrió a mediados del siglo XIX.
Los propios habitantes del país serían los cómplices perfectos para poder entrar rápidamente al cabo de un mes a conquistar el país, después de que se hubieran matado entre ellos por la comida, el gasóleo, el agua limpia o medicinas. Este podría ser el evento al que se hace referencia en la serie francesa Colapso. Una situación análoga a la que se produciría después de estos ataques lo vivimos recientemente en los pueblos de l'Horta Sud en Valencia como consecuencia de la barrancada producida el pasado 29 de octubre de 2024 en el barranco del Poio.
Con media docena de bombas pequeñas detonadas una en Galicia, otra en las vascongadas, otra en Madrid, otra en Cataluña, Valencia y Sevilla/Granada, tendríamos toda la península ibérica totalmente a merced de cualquiera que quisiera entrar a hacerse cargo de España. Un par de meses después del ataque, Marruecos podría entrar sin problemas a reconquistar el Al-Andalus y repoblarlo con sus conciudadanos, con todas las infraestructuras intactas (embalses incluidos) como hizo con el Sahara español.
El límite superior del espacio aéreo no se explicita claramente ni en la Conferencia de París en 1919, ni la Convención de Chicago de 1949. No existe un acuerdo internacional sobre la extensión vertical de la soberanía del espacio aéreo, aunque se sugiere rangos que van de los 30 kilómetros —el techo de altitud de los aviones y globos más altos en la estratosfera o hasta aproximadamente los 160 km que corresponde a las órbitas estables más cercanas a la Tierra.
(2) La Federación Aeronáutica Internacional ha establecido la Línea de Kármán, a una altitud de 100 km, como el límite entre la atmósfera y el espacio exterior, mientras que Estados Unidos considera que cualquier persona que vuele por encima de los 80 km se puede considerar astronauta. Se tiene constancia de que los transbordadores espaciales estadounidenses han volado en su descenso sobre el espacio aéreo de Canadá y otros países a una altura menor de 80 km sin pedir ningún tipo de permiso previo. Sin embargo, tanto la línea de Kármán como la definición de los Estados Unidos son simplemente puntos de referencia, sin ninguna autoridad legal real sobre la soberanía nacional aérea.
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