Divulgando la planificación familiar
Los antiguos métodos de planificación familiar del calendario y la temperatura basal, mejoraban su precisión si existían ciclos regulares femeninos. Prácticamente casi nadie los utiliza actualmente como método de cabecera, si bien, pueden acompañar o complementar a otros.
Los Dres. Billings y, por otro lado, Creighton, desarrollaron métodos basados en la mucosidad del cuello uterino, los cuales no necesitan ciclos regulares porque detectan directamente en qué fase del ciclo está la mujer. Actualmente hay métodos analíticos, que siguen el ciclo menstrual detectando los niveles hormonales en orina, como el método Persona.
Un sistema de planificación ideal debería ser fiable, sin efectos adversos y que respetara la integridad física del acto sexual, además de permitir que ambos se entreguen totalmente y sin reservas cuando lo realicen.
Los anticonceptivos hormonales han causado cientos de miles de trombosis y problemas cardiovasculares. Los DIU presentan riesgo de daño uterino. Todos ellos, además, cuando fallan y hay concepción, causan problemas de implantación y actúan como abortivos precoces en algunos casos. Los preservativos no causan nada de eso pero no respetan la integridad física del acto sexual.
Lo que se difunde actualmente tiene el respaldo del poder dominante. Va orientado siempre a favorecer la cultura de la muerte: favoreciendo y promoviendo descaradamente relaciones intrínsecamente estériles como las relaciones seuales hombre-hombre o mujer-mujer; a impedir la ovulación mediante métodos hormonales; si se ha ovulado, a impedir que se mueva el esperma empleando métodos barrera como el preservativo (masculino o femenino); a los que puedan rebasarlo, se les ataca con espermicida; si consiguen entrar en el útero, Diu, si llega a implantarse, píldora del día después, la RU-486; si llega a implantarse el cígoto, aborto, incluso hasta después del parto natural. Todo es batalla, lucha y muerte. Esta es la cultura de la muerte, la cultura que ve al cuerpo como elemento de disfrute y como enemigo al que se le acosa y al que hay que atacar en lucha permanente. En el fondo, miedo a la vida.
Es más fácil promover esto porque aquí, todos, aparentemente, ganan. Se mueve mucho dinero, las farmacéuticas ganan miles de millones vendiendo píldoras anticonceptivas y potencialmente abortivas, los fabricantes de dispositivos (condones, dius,...), el estado que cobra el IVA, todos los formadores en "educación sexual" que viven de esto, todas las asociaciones e instituciones internacionales desde la ONU, Unicef, FAO, la miriada de asociaciones hembristas,... los partidos políticos que hacen de esto una bandera que defender y enarbolar.
Si la gente no ve útil y REALMENTE necesario en su vida los métodos naturales, si no percibe la agresión de los métodos artificiales, no va a incorporar los naturales porque en la ecuación coste-beneficio, es mayor el coste.
En cambio, las personas que usan la planificación natural están muy
satisfechas, porque sin saberlo incluso, usan un método que salvaguarda
la integridad de la entrega mutua entre los esposos, que es la clave
profunda y misteriosa de lo que la sexualidad conyugal significa y
realiza.
Se puede hablar de anticoncepción, de métodos
naturales, de paternidad responsable, de naprotecnología, de documentos
magisteriales... La Iglesia, ha hablado en algunas encíclicas. La famosa
teología del cuerpo de S. Juan Pablo II es iluminadora, así como otros
documentos más recientes. La falsa antropología dominante no es capaz de
mostrar la verdad, belleza y bien de la antropología humana.
¿Qué está fallando en el proceso de comunicación de los métodos naturales? Los modos de comunicar. Seguidamente propongo un itinerario de comunicación que se podría seguir para facilitar este diálogo con el mundo.
Lo primero que hay que hacer es llamar la atención del público objetivo. Para ello, hay que dar testimonios valientes de gente que ha pasado por el uso de los métodos artificiales y ha quedado desgarrada física y espiritualmente. Hay que destapar y denunciar la realidad de los métodos artificiales. Eso señala al público objetivo que, de repente, se siente identificado por el testimonio emocional cercano en el que se reconoce. Una vez la parte emocional consigue empatizar al público, se puede pasar a la justificación racional. Es entonces el momento en el que se justifica y se confirma lo que esos testimonios dicen. Lo dice la ciencia médica, lo dice la psicología, lo dice sociología. Hay que denunciar el tabú con la verdad, primero humana (ciencia y experiencia personal) y después por las escrituras y el magisterio de la Iglesia.
Pero el discurso no se puede quedar en la demolición de la fealdad, la maldad de los métodos y la mentira real que esconden. Si no, sólo queda un erial de ruinas que hace volver de nuevo a lo anterior por falta de opciones y encima con la conciencia de saber que lo estás haciendo mal y que eso te destruye. Por ello, a continuación, hay que ofertar la solución natural.
Y de nuevo, aquí hay que emplear el mismo método que se empleó para denunciar la situación anterior pero, en este caso, no para destruir, sino para construir. De nuevo, hay que comenzar construyendo desde los testimonios reales y comprometidos de los que han vivido y usado estos métodos naturales y respetuosos con la pareja y con las personas individualmente. Luego, esta experiencia vivencial que justifica emocionalmente el cambio, se avala racionalmente desde la ciencia, desde la ecología, desde la psicología, desde otros ambitos.
En el ambiente actual, es conveniente enfatizar la parte ecológica y respetuosa de estos métodos, en primer lugar con las personas y, en concreto, del respeto de la naturaleza real femenina, y después con la creación. Este enfoque desmonta dos falacias: el ecologismo rancio zurdo, el hembrismo que va en contra de la mujer y el capitalismo feroz de unas farmaceuticas que, bajo coartada de mejorarte la vida, en realidad lo que les interesa es potenciar la agresión al cuerpo, siempre el femenino, para justificar después la venta de más fármacos para reparar los efectos colaterales causados por ellos mismos.
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