La objeción de conciencia no debería ser necesario que existiera

Hechos

El gobernador de Arkansas (Estados Unidos), Asa Hutchinson, promulgó una ley que permite a los médicos negarse a realizar procedimientos médicos que no sean de emergencia y que violen sus creencias morales o religiosas. La ley entrará en vigor en agosto de 2021.

Human Rights Campaign, la organización de derechos LGBT más grande de los Estados Unidos, y American Civil Liberties Union (ACLU) publicaron anuncios instando a Hutchinson a no firmar el proyecto de ley, argumentando que permitiría a los médicos discriminar a los pacientes LGBT.

Pareciendo que esta ley viene a proteger a los médicos, es justamente lo contrario. Veamos por qué.

En primer lugar, Hutchinson señaló en un comunicado que apoya este derecho de conciencia siempre que se considere una atención de emergencia. Es decir, si viene una alguien indicando urgencia, se le puede obligar al médico a actuar en contra de su conciencia. Esto vulnera la su concicencia y moral.

En la misma declaración, Hutchinson afirma que la objeción de conciencia no pueda utilizarse para negar el servicio de salud general a ninguna clase de personas. Indica que lo más importante es que las leyes federales que prohíben la discriminación por motivos de raza, sexo, género y origen nacional continúan aplicándose a la prestación de servicios de atención médica. Es decir, que si un hombre le pide que le haga una penotomía en contra de los principios deontológicos y el médico cristiano se niega, podría ser penalizado dado que la ley de no discriminación prevalece sobre la conciencia y moral privada del médico.

Si bien Hutchinson también firmó una ley que prohibirá a los hombres participar en equipos deportivos femeninos y aprobaron una medida que prohibiría a los profesionales de la salud proporcionar bloqueadores de la pubertad, hormonas de sexo cruzado o mutilaciones sexuales por cambios de sexo a menores de edad, esto último se hizo no por convencimientos morales sino porque les expondría a demandas de pacientes que luego se arrepientan de sus procedimientos.

Opinión

¡A qué extremo hemos llegado!. Que tengamos que llegar a blindar un derecho que prácticamente nunca había sido necesario activar porque las leyes no hacían necesario ejercerlo. Un derecho implícito e inalienable que, sin embargo, está siendo atacado y con ello demuestra hasta qué punto se está consolidando el cambio de religión en los estaodos confesionales que ya está llegando la perversión de los principios morales al núcleo duro de la civilización cristiana.

La cláusula de urgencia de la ley de Arkansas la convierte en una farsa. No es misión del objetor en conciencia proveer el servicio injusto en caso de urgencia, sino que es responsabilidad del gestor, que debe saber que sus profesionales son legítimamente objetores.

Quiero decir, un planteamiento implícito realmente provida y respetuoso con la conciencia basado en principios morales cristianos, debería asumir que TODOS los profesionales están en la buena práctica deontológica y que sólo aquella minoría que no quiera estarlo, debería estar en listas promuerte y deberían ser los que quieran deliberadamente proveer el servicio injusto, los que deberían descararse y asumir públicamente su condición. A lo mejor, deberían ser los malos médicos los que igual deberían sentir la "presión" de la comunidad ampliamente justa y no ejercer su mala conciencia que arriesgarse a ser señalados. 


Hablar de ley inicua es hablar de los gobernantes inicuos que las han creado y eso pone de manifiesto su escala de valores. Venimos asistiendo desde hace mucho tiempo a un lento giro en la escala de valores cristiana de forma que lo que antes era malo, ahora aparece como bueno y viceversa. Es la perversión de los principios morales. De acuerdo con los nuevos principios, ahora son los buenos los que aparecen como malos y por lo tanto, siguiendo la ventana de Overton,

  1. Se generan leyes que lleven ante la espada y la pared a los fieles.
  2. Se les obliga a no tener más remedio que identificarse en listas negras camufladas de listas de objeción de conciencia. Sólo esta práctica ya lleva implícitas varias derrotas:
    1. Se reconoce la superioridad moral de la ley.
    2. Se asume implícitamente que todos los profesionales están por defecto a favor de la ley y la cumplirán. Esto afecta tanto a los que están descaradamente a favor del cambio, como la inmensa población pasiva a la que le da igual. Y esta población tiene muchos matices: a) la que no le importa tanto estar a favor como en contra, b) la que está en contra, pero no quiere ofrecer resistencia por miedo a ser señalado o por falta de convicciones firmes o ser pusilánimes.
    3. El coste de la identificación es gratis dado que la autoridad no tiene que pagar por la delación o la investigación sino que es la propia comunidad que está en contra la que gratuitamente suministra la información.
    4. Se asume pasivament el aderrota aceptanto que se explicite y tutele la objeción de conciencia.
  3. Identificados los díscolos gratuitamente, se procede a aumentar la presión dependiendo de la cantidad que haya:
    1. Si son muchos, se organizan congresos de prestigio en contra del derecho, campañas publicitarias y se van creando unidades muy bien financiadas a las que resultan muy tentador unirse por las recompensas materales.
    2. Se van buscando casos extremos en el límite legal y ético para ir avanzando terreno y estado de opinión pública
    3. Se penalizan a los disidentes no promocionándoles o relegándoles a servicios menos glamurosos.
  4. Mientras tanto, la ley va redefiniendo y restringiendo el derecho amparado en el eufemismo de regular una situación que se presenta artificialemente como muy descontrolada y supuestamente lesiva para una impostada "mayoría" inexistente. 
  5. Posteriormente se va, poco a poco, atajando derechos, desprestigiando al colectivo de los "regulados" para finalmente anular el derecho y forzar a la práctica activa de lo repudiado. 
  6. Los díscolos que no se sometan, son expulsados del sistema.

Qué razón tenía Chesterton cuando decía que llegará un día en que será necesario desenvainar la espada para proclamar que el pasto es verde.

 

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