¿Rey o Presidente?
Personalmente coincido con los planteamientos de Joaquín Sabina que es un anacronismo en la democracia española tener una figura como el Rey de España y encima entroncada en la constitución.
Coincido en el análisis del BNG que el Rey es un anacronismo, pero es estúpido que el BNG afirme que su existencia "niega la existencia de otros pueblos y culturas diferentes a la española". Hay que ser tan sectario y miope como un independentista para decir esto después de más de 40 años de democracia española. El desarrollo de las autonomías ha superado incluso en transferencias de competencias a las que muchos países federales conceden a sus estados.
Del mismo modo que el problemea no es el Papa, sino el papismo, lo triste de la figura del Rey no es Juan Carlos en si mismo, que ya es patético, sino que pudiera borbonear a sus anchas por culpa del juancarlismo y especialmente acuso al juancarlismo mediático. De aquellos polvos (nunca mejor dicho), estos lodos. No es de extrañar mi desafección por esta corona, no por la Realeza. De toda esa casa, sólo salvaría a Dña. Sofía, la única que supo estar a la altura de su cargo y se ha comportado como una verdadera reina y señora durante toda su vida.
El pepinazo que le ha metido Juan Carlos con su huida a la institución real y por ende a su hijo, lo arroja a los pies de los iconoclastas que, afectados por la cultura de la cancelación, están revisando todos los marcos mentales y políticos en todo el mundo. La monarquía española no será una excepción. Lo que antes se toleraba o se obviaba corre ahora el riesgo de ser derribado sin contemplaciones, como lo han sido las estatuas que ya no evocan personajes gloriosos de la historia sino episodios vergonzosos que no admiten celebración. Dentro de esta corriente, posiblemente, dentro de no mucho el rey sea un vago recuerdo de una época que ya pasó borrada por los vientos de la historia.
Las
funciones que asume el Rey en la constitución española, podría
perfectamente ser asumidas por un Presidente de la República cuy cargo puede
recaer sobre el propio primer ministro, como ocurre en los EE.UU. o
realizar elecciones democráticas para presidente como ocurre en Francia.
En tiempos pragmáticos como estos, con la escusa de la crisis, es el momento ideal para consumar el acto final de eliminación de la monarquía y realizar un cambio constitucional que ahorre un buen pellizco a las arcas del estado. El Rey cumple todos los criterios resñados por René Girard en su obra "El Chivo Expiatorio" para convertirse en la causa de todos nuestros males y en candidato a una inmolación que nos saque a todos del marasmo. Profetizado está.No puedo por menos que felicitar la claridad del análisis de Juan Manuel de Prada cuando afirma en su columna del XL Semanal que:
"La cruda verdad que nadie cuenta es que la monarquía, en los pueblos que han perdido la fe religiosa, sólo puede sobrevivir como pantomima. Porque el rey es imagen visible de un orden sobrenatural que los pueblos aceptan, eligiendo a una familia encargada de defenderlo, por amor a su pueblo, hasta la entrega de su vida. Sólo desde esta certeza la institución puede sobreponerse a los reyes chanchulleros o indignos o botarates que coyunturalmente la representen, contra los que por supuesto se puede despotricar (y batallar), como Dante hizo contra los papas cobardones. Pero los pueblos que se quedan sin fe acaban inevitablemente renegando de la monarquía; y no les resta otro destino –como explicara Donoso Cortés—sino deslizarse hacia la anarquía, en un vía crucis que discurre por la estaciones intermedias de la monarquía parlamentaria y la república."
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